Siempre nos han dicho desde pequeños que leer es bueno para
nosotros, que es divertido y aprendes mucho, pero lo que no nos explican,
quizás porque sea difícil de explicar a alguien que no lo ha sentido, son las
sensaciones que un libro te aporta. Recuerdo justo el momento en el que me picó
el amor por la lectura. Fue una noche, y yo tendría unos 9 años. Mi madre me
regalo el libro de “Harry Potter y el prisionero de Azkaban”.
¿Harry potter? Sí, ¿qué esperabais? ¿qué empezara a leer las
memorias de Winston Churchill?
A partir de ese
momento, mi mundo interior (mientras el exterior seguía igual) cambió, empecé a
viajar por mundos extraordinarios, a conocer personajes que hasta ese momento
para mí eran inimaginables, personajes a los cuales llegué a querer.
Dejé de ver las series de televisión que emiten durante la
noche para meterme de lleno en mi cuarto, para abrir el libro y perderme en ese
mundo. Y es que la sensación que causa provoca un estado de total aislamiento
respecto a este mundo para meterme en otro distinto, en el que las emociones de
los personajes se viven y se perciben de una manera tan viva y tan intensa que
rechinas los dientes cuando algo no te gusta, se te eriza el vello cuando esos
personajes imaginarios pero tan reales a la vez viven experiencias límite que
se nos van desnudando poco a poco. Te involucras de tal manera en la trama que
cada vez que cierras el libro para ir a dormir estás deseando que llegue el día
siguiente y tener cualquier momento para seguir con esas historias. Me encanta
la sensación que se produce en determinados momentos de un libro, cuando se te
desboca el corazón y sientes que no puedes esperar más para el desenlace de
dicha acción, y cuando termina te quedas como si hubieras andado varios
kilómetros...
En conclusión: creo que la lectura es una de las maneras más excitantes y bonitas para pasar nuestro tiempo y viajar a lugares únicos.
En conclusión: creo que la lectura es una de las maneras más excitantes y bonitas para pasar nuestro tiempo y viajar a lugares únicos.
"La lectura de un buen libro es un diálogo incesante en el que el libro habla y el alma contesta"
(André Maurois)
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